...

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Naturada
Mis ojos son dos conos terrosos de ciprés, mis venas ramitas de lavanda.
Con savia de aloe se anastomosa mi sangre.
Y en mi pecho crece un campo de flores salvajes; retama, camomila, espuma del mar. Una calandria nos sobrevuela, la luz del sol nos baña.

Allí, hallada en la sabiduría del verdor, inmersa en externa e interna contemplación, mimetizada con la esencia de la tierra, la existencia es pacífica y plena.

Y no anhelo o preciso más...
Con el alma naturada, ya nada me hace falta.


© Dafne A.L