...

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Amor.
Me siento tan mareado ahora, sin razón, pero usualmente estoy pensando en ti.
Me gusta imaginar que me acompañas en esta habitación, en la melancolía inherente a mi existir.

Estaría sumergido en la oscuridad si no fuera por las apacibles luces que me bailan desde la esquina. Aunque las miro con los ojos entrecerrados, y juraría que en su lugar estás tú cómo todas esas noches, como todos esos días, luciendo una belleza sencilla que opaca todo a tu lado.
Y me pregunto si seré capaz de olvidar asomar por la ventana advirtiendo de la luna blanca entre el cielo nublado, que parece seguir su cauce ignorando el resplandor que me tiene hipnotizado.
Y vacilo en si veré de nuevo el brillo divino de tu piel inconfundible por más noches que hayan pasado.

Podrán decir que no estoy pensando con claridad, pero aún sintiéndome normal paso mucho tiempo sentado, o acostado en el sofá.
Cierro los ojos para imaginar lo mejor que puedo el suave aroma de tu cuerpo, alargando los brazos queriendo atrapar tu memoria de alguna manera.
Quizá porque aún sueño con acariciar tu cabello, y dibujar con mis manos tus caderas, persiguiendo la silueta de tu cuerpo sigue siendo mi mayor deseo.

Ahora mis ojos humedecidos no distinguen nada, pero no los necesito, ni a ellos ni a mis palmas, pues retengo en mi, el amor que sentí por aquel oscuro cristalino la primera vez que los tuyos ví.
Nada es equiparable a la hermosa paz que significan para mí.

Puedo disfrutar del silencio que me envuelve más que de cualquier sinfonía, me siento tranquilo con el eco de tu voz que guardan estas paredes y me hace vibrar en armonía.
Tengo las palabras grabadas en mi mente con cariño, el mayor consuelo cuando quise ser fuerte, el cálido valor cuando me permití ser vulnerable como un niño.

Me estoy quedando dormido y no me siento bien o mal, no quiero pensar. Y si sueño contigo prefiero no despertar, quiero ser parte del precioso paraíso una vez más.


© Kalashnikov