...

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Rye
Con unos ojos que ven tras el telón
tras sus mentiras,
con todos los regalos de esta vida;

ahora estoy solo
¡solo!,
del trono de pecado decadente dejado,
cuando la luz se tornó azul en el filo de la espada,
abandonado en el hielo,
desprovisto,
de inocencia y cuidado.

Pareciera haber cierto mérito en haber caminado hasta aquí,
en el pasar de estos tantos años
de nueve dos veces ya idos en el tiempo,
pareciera un ejército de personajes y retratos que algo han logrado;

¿mérito?
no es de mi juicio decir si tengo,
ni ya en mis manos enmendar el daño que me causé,
ahora;
me tiende la mano el futuro
y como tengo miedo al oscuro final,
con paso lento seguiré.

¡Este es el último día de paz,
se alzan ahora todos mis dilemas en conflicto,
se choca el sueño contra una realidad imperfecta;

hora es de mediodía, y
¡el sol!, ¡brilla
eclipsa mi ira,
eclipsa la razón y el orgullo,
y la gloria!;

postrado de rodillas!,
ya me muero para renacer en un nuevo yo que se dirige al final,
ya me quedo en los dominios del pasado,
pastoreando las ovejas de los recuerdos
tiñendo los mares de los colores más sagrados
avivado el espíritu humano;

las decisiones se habrán de tomar,
y la vida,
no será un camino
sino una visión de aplomo,
y espero
que por los campos de centeno
se cumplan mis deseos.

© León de León