Dulce encanto de la noche cesa las lágrimas ardientes, que entristecen a mi amada
en el valle de la ausencia.

Su corazón ya no soporta más dolor,
que tristemente divaga en el recuerdo
del desamor.

Calcinar sus recuerdos junto a mí,
es mi mayor deseo, para no causar depresión entre tanto silencio, en la penumbras
de su alma marchita llevándola a la
desesperación infinita.

Mi pecho en un instante estallaría de alegría si la amada mía, llegaría a cesar las lágrimas de fuego, las que quema dejando un camino infernal
en sus suaves y tiernas mejillas.

Solo por amor le entregaría muchas veces
mi corazón, alejándome de él, en el momento más cruel, desgarrador para morir en
mi mente con palabras de honor.

Dejaría consumir mi alma y mis últimas
entrañas, por las flamas de las llamas, ardiente,
culminando quemado por todos sus
recuerdos delirante y para terminar la
escasez de su tierna alegría.

© Eduardo Guzmán