...

1 views

De febrero a marzo
El amor es esa clase de sentimiento tan difícil de explicar que ni Cupido sabe cuál es su objetivo, ¿sino por que tendría una segunda flecha que representa el odio y la indiferencia? Aún así, el ser humano es capaz de amar, aunque para algunos sea un juego.
Cuando se demuestra amor, nos sentimos completos, llenos de alegría, gratitud y paz. El mundo puede hablar sobre lo grandioso que es, pero nunca nadie hablará sobre cuán doloroso puede llegar a ser, provocando que te sientas triste y enojado con la vida, culpándote por sentir y jurando nunca más demostrar amor.
Aisha era sólo una adolescente tímida de 16 años a quien le daba miedo -y en ocasiones asco- escuchar sobre el amor, pero que por dentro tenía ganas de experimentar el amor romántico, saber cómo era y qué se sentía, ¿se sentiría como subir a una montaña rusa o como una quemadura por haber cocinado? Fue cuando lo conoció a él, Jace Wang.
Jace era todo lo contrario a Aisha, era extrovertido y de muchos amigos, aunque era de los más populares de la escuela, no era el más atractivo. Pero a los ojos de Aisha era el ser más hermoso del mundo; su piel canela, ojos negros como el café que tomaba su madre por las mañanas, cabello alborotado como si acabara de despertar y un cuerpo abrazable como si de un oso de felpa se tratara.
Sin embargo, se volvió esclava de su carácter y su gracia, no sabía en qué momento pasó, pero su presencia le transmitía paz aún cuando su corazón latía a mil por hora. Para Aisha, la risa de Jace era una hermosa melodía que escuchar para sus oídos, le bastaba verlo irradiar luz para alegrarle el día por completo, nunca había sentido algo parecido; se preguntaba si era eso a lo que le llamaban enamorarse…No lo sabía, pero le daba risa de tan sólo pensarlo.
Las pocas amigas que tenía Aisha notaron el amor que la rodeaba cuando veía pasar a Jace, hasta parecía que escuchaban tambores enormes de lo fuerte que latía su corazón. Aunque se burlaron de que le gustara alguien tan poco atractivo como él, ella no les tomó importancia, sabía que nunca cruzarían palabra pues pensaba que jamás se fijaría en ella; hasta esa noche fría en febrero 18.
Esa noche recibió un mensaje de Jace, por supuesto no lo esperaba, así que los nervios le carcomían el alma. Enseguida también recibió un mensaje de una de sus amigas confesando que había ‘metido mano’ para que él notara su presencia, no fue nada agradable ese acto para Aisha. Aún así, desde entonces hablaban todos los días sin falta.
Sin darse cuenta, pasó una semana, durante esa semana Aisha notó que era muy intenso todo lo que sentía por Jace que no podía ocultarlo por más tiempo, así que se lo confesó por mensaje; algo cobarde si te lo preguntas, pero para alguien tímida como ella, eso era un gran logro.
No esperaba ser correspondida, pero tenía la ilusión de que él sintiera lo mismo. Su respuesta la sorprendió, decía qué tal vez ella lo podría ayudar a olvidar a alguien más y que posiblemente era la chica que había estado esperando. Si Aisha hubiera analizado el ‘olvidar a alguien más’ en ese mensaje, posiblemente no habría pasado nada entre ambos, pero como una inexperta en el amor, no se percató de tal frase.
Aisha no pudo dormir toda la noche. La mañana siguiente, en un soleado febrero 26, Jace buscó a Aisha y junto a un verdoso árbol le juró amor y consuelo eterno. En su relación todo era besos y abrazos, muestras de amor interminables y salidas ocasionales a la plaza cerca de la escuela para comer un helado; lo que sentía era mágico, pero como un mago que presenta un show de magia, debe terminar tarde o temprano, pues Jace comenzó a ser indiferente y arrogante con ella.
Era doloroso, quería llorar todo el tiempo. Es decir, si perdió el interés, ¿por qué no simplemente lo decía?, ¿por qué la amarraba a su miedo de no saber lo que quería? Tal vez era dos años mayor que ella, pero se mostraba muy inmaduro respecto a la situación, al o mejor Aisha también tenía que intervenir y preguntarle lo que pasaba, pero no sucedió.
Así fue durante unos días y el día que menos lo esperaba, la buscó en su rato libre y ahí fue cuando ‘soltó la sopa’. Jace confesó que no podía seguir amarrado en un engaño, pues amaba a alguien más, Marianne era su nombre, una de las chicas más cotizadas en la escuela. Mientras Aisha procesaba lo que ocurría, Jace lloraba como si fuera él la víctima.

Palabras de Aisha:

El 8 de marzo es una fecha que quedará marcada en mi corazón; ese día mi alma murió, me sentía vacía y sin vida. Eso no fue lo peor, claro, estaba deprimida, pero la gota que derramó el vaso fue cuando me enteré que a los 3 días comenzó a salir con Marianne.
Parecía que bombardearon mi corazón con millones de flechas, creo que a eso le llamaban síndrome del corazón roto, tenía celos y tristeza dentro de mí, pero no podía retener a alguien que no me pertenece ni podía rogar por obtener pizcas de su amor, pero se miraban felices, así que le deseé felicidad y paz a Jace.
Sin embargo, no duró mucho su amorío, Jace regresó como hormiga a su hormiguero rogando perdón y aunque aún tenía algo de amor, no me entregué, su presencia dolía, por lo que corté todo contacto. Aún así, algunos de sus amigos se burlaban de un ser que su único error fue enamorarse de alguien como él, pero en esta vida nadie decide de quién enamorarse. Otros simplemente se enojaron por lo sucedido, no entendían cómo era posible que dejara ir a la única persona que se interesó en él.
Durante un largo tiempo intenté olvidar lo que alguna vez fue, pero su recuerdo seguía presente y el pasado me seguía torturando. ¿Cómo dejas atrás todo el dolor y sanas la herida que dejó la persona que creías el amor de tu vida?
Quería un nuevo amorío, pero cuando tenía la oportunidad, tenía miedo de confiar, entregarme y al final ocurriera lo mismo, o quién sabe, tal vez ahora yo sería la rompe corazones de su cuento de hadas. Y es que nadie ama de la misma forma y con la misma intensidad a alguien más.
Por su puesto le lloré, sufrí y extrañé a Jace intensamente, pero no estaba dispuesta a seguir con esa vida. Así que tuve que obligarme a sanar para que saliera nuevamente el sol en mi frío corazón.

© Elaine Phoe