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Escaleras
Me encuentro corriendo escaleras abajo, busco con desesperación una salida, cuál  sea, donde sea, da igual, lo único que quiero es escapar del hombre que sigue mis pasos, ¿quien es? ¡Que se yo! No sé que hice y por qué se sigue. Los latidos de mi corazón revientan en mis oidos y las piernas me fallan, pero aún así, corro, en silencio para que no escuche mis pasos. Van 5 pisos, escaleras blancas, puertas blancas y ninguna abre, el reloj avanza con rapidez, siento que cada minuto que pasa me resta oportunidad de vida, que me va a encontrar, un cuchillo quizás, es lo que ni mente puede imaginar que me ha que atravesar cuando aquel esquizofrénico me logre alcanzar.
Último piso... Otra reja más. Cerrada ¡Porsupuesto!. –¡Carajo!– golpeo la puerta frustrada– y el está detrás de mí, me alcanzó.

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Luka
El hombre detrás de mí no dice nada, su silencio es más aterrador que cualquier grito. No me atrevo a voltear, a enfrentar esos ojos que, aunque no los he visto, siento perforando mi espalda. Respiro hondo, intentando calmar el pánico que me consume. De repente, una voz suave, casi inaudible, rompe el silencio.

—No tienes por qué temer —dice, y aunque sus palabras deberían ser reconfortantes, solo añaden peso a mi terror.

Mis ojos buscan frenéticamente algo, cualquier cosa que pueda usar como arma o herramienta. Entonces, lo veo. Un pequeño destello metálico en el suelo. Es una llave, deslumbrante bajo la luz tenue. Con manos temblorosas, la recojo y la inserto en la cerradura de la reja. Giro la llave y... nada. No se mueve. Está atascada, o quizás es la llave incorrecta.

El hombre da un paso adelante, y yo retrocedo instintivamente. Pero en lugar de atacar, extiende su mano, mostrando otra llave entre sus dedos.

—Es la llave que buscas —dice con calma—. Pero primero, debes entender por qué estás aquí.

Con un gesto, señala hacia la pared opuesta a la reja. Allí, casi oculto en las sombras, hay un mural que no había notado antes. Es un laberinto de colores y formas, un caos que de alguna manera parece tener sentido. En el centro del mural, hay una figura que me resulta familiar. Es un retrato mío, pero con los ojos cerrados y una expresión de paz que no reconozco.

—Este es tu laberinto —continúa el hombre—. Y yo soy solo el guardián. Tu viaje no termina con la huida, sino con el entendimiento.

La confusión se mezcla con mi miedo. ¿Qué significa todo esto? ¿Es acaso todo una prueba, un desafío mental? ¿O estoy atrapada en una pesadilla de la que no puedo despertar?

El hombre da un paso atrás, dejando espacio entre nosotros. La decisión es mía. Puedo tomar la llave y abrir la reja, o puedo intentar descifrar el significado del mural. Ambas opciones son inciertas, pero sé que no puedo quedarme inmóvil. El reloj sigue avanzando, y con cada tic-tac, una parte de mí sabe que la verdadera salida es algo que debo encontrar dentro de mí misma.



© F4our