En el cruce de caminos, la vida se cierne,
Desafíos surgen, el alma se gobierna.
Toca superar, en el silencio reinventarse,
En el corazón, nuevos sueños anidarse.

Anhelando la fuerza que en ellos se veía,
Te sostienes, sin tregua, en cada alborada fría.
Sus deseos latentes, en el viento que acaricia,
Guiándote en la oscuridad, en la senda que inicia.

Ayudar a los tuyos, sin perder tu esencia,
Un viaje de amor, de entrega, de presencia.
Recuerdos son tesoros, un legado en tu mente,
Caminas hacia adelante, llevándolos en la corriente.

Ellos, como estrellas en la noche serena,
Se hacen ausentes, dejando un hueco en la escena.
Qué bonito es conocerlos, sentir su luz,
Qué difícil perderlos, en el ocaso de la cruz.

La parca, sombría, llama a la puerta sin piedad,
Llevándose a seres amados, dejando soledad.
El reloj implacable, sin considerar tus deseos,
Arranca lo que amas, en sus fríos devaneos.

Aun con el dolor, erguida tu cabeza se alza,
Firme como el roble en la tormenta que avanza.
Te conviertes en héroe, como los del cine,
Luchando, sin pausa, en cada amanecer que define.

Las voces calladas, el aliento perdido,
Sigues adelante, aunque el mundo parezca perdido.
Aunque nadie te anime, en el sendero vacío,
Tu corazón es un faro, un rayo en el frío.

Y aunque la vida arrebate, con vientos crueles,
Sigues creyendo, te aferras a tus ideales.
En cada derrota, una lección que se anida,
En cada desafío, la esperanza es la vida.

Así, en este poema tejido con pasión,
Se entrelazan las lágrimas y la superación.
En cada verso, un latido de valentía,
En cada palabra, un atisbo de melancolía.

Enfrentando la pérdida, pero nunca vencido,
Te alzas con coraje, con amor compartido.
La vida sigue su curso, y tú sigues en pie,
En la danza del tiempo, en este poema fiel.
© HAYST