Una paloma gris se mece en el vaivén de las cañas, la mujer la mira fijamente a través de su ventana. El mensaje ha sido recibido, ambas saben lo que ocurrirá más tarde. Pigeon's Town, pueblo pequeño, rústico, silencioso, de miradas crudas y resignadas, ha aprendido a aceptar su destino a fuerza de encontrar las casas vacías, puertas abiertas y cenas intactas de vecinos que no vuelven a ser vistos.

Su pasado cruento y despiadado con aquellas que le dieron irónicamente su nombre lo volvería un lugar condenado, marcado; convirtiendo el misterio, acusado de leyenda por parte de los residentes más incrédulos, en una inapelable realidad.
En el centro de su plaza principal una placa conmemorativa recuerda con honor a las cientas de palomas masacradas décadas atrás por autoridades del "control de plagas".
Los restos de las aves y la piedra fundacional del pueblo reposan bajo una ornamentada fuente de estilo clásico con una paloma en su ápice.

Cada cierto tiempo (sobre todo en días nublados) la paloma de mármol de la fuente amanece con las alas desplegadas y escupiendo agua escarlata. Recordándoles que la impunidad es un simple espejismo y que tarde o temprano todos los seres se reivindican; que sus ancestros aún no perdonan, y no pararán de reclamar a los suyos en número y forma. Por eso al descender la noche, el grito áspero de la mujer marcada avisa al resto de habitantes de la inminente transformación. Y se despide de su vieja piel, elevando los pies del suelo envuelta en terror, sangre y plumas.


© Dafne A.L