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La Brújula Maldita (II)
Capitulo 2: La Tripulación del Ave Fenix

El Ave Fénix surcaba las aguas cristalinas del mar Caribe. El sol brillaba con fuerza en el cielo, creando un juego de luces y sombras sobre la cubierta de madera. Anabella, con su vestido simple pero elegante y un cuaderno en mano, observaba a la tripulación mientras realizan sus tareas. A su lado, Jack Sparrow, con su sonrisa pícara y su sombrero de pirata ladeado, la acompañaba en su recorrido.

"Ah, sí, bella Anabella" , le explicó Jack, "los miembros de esta tripulación son diamantes en bruto. Cada uno tiene su historia, sus secretos y sus talentos especiales."
"Cuéntame más sobre ellos, Jack", pidió Anabella, intrigada. "Quiero conocerlos mejor."

Jack Sparrow, con una sonrisa amplia, continuó: "Con mucho gusto, mi querida Anabella. Empecemos por "El Pulpo". Ese hombre es un enigma, lo juro. No se sabe de dónde vino ni cómo llegó a ser tan ágil y sigiloso. Se dice que puede escalar cualquier pared, esquivar cualquier trampa y escurrirse por los lugares más estrechos. Es el maestro del engaño y la infiltración."

"Sin duda, un miembro valioso para nuestra tripulación, dijo Anabella, ¿Y qué hay de Ojo de Halcón?"

Con un tono de admiración, Sparrow, se volteó para mirar en dirección a "Ojo de Halcón" y afirmó: "Es un tirador sin igual. Su vista es tan aguda que puede distinguir una moneda de oro a la luz de la luna. Se rumorea que una vez derribó un pájaro en pleno vuelo con una sola flecha. Es un hombre de pocas palabras, pero su puntería es infalible."

"Me siento segura con él a bordo", dijo Anabella.

"Tambien tenemos a "El Doc", agregó Jack, señalando a un hombre de barba blanca y larga, completamente calvo, que permanecía sentado sobre un barril, observando el mar: "Es un personaje peculiar, te lo aseguro. Su botiquín está lleno de pociones y ungüentos de los más extraños, pero te juro que funcionan. Ha salvado la vida de varios piratas con sus remedios poco convencionales. Dicen que tiene un pacto con el diablo, que le ha otorgado conocimiento médico de otros mundos."

"Eso es algo un poco... excéntrico", opinó Anabella y observando a una mujer completamente vestida de negro que estaba afilando su espada, preguntó: ¿Y que me puedes decir de La Viuda Negra?"

Esta vez la sonrisa de Jack se desvaneció, su tono se volvió serio: "La Viuda Negra es un misterio para todos nosotros. Nadie conoce su verdadero nombre ni su pasado. Se dice que es una guerrera formidable, capaz de derrotar a varios hombres con sus propias manos. Sus cicatrices cuentan historias de batallas sangrientas y su mirada fría no deja lugar a dudas sobre su letalidad. Es mejor no meterse con ella."

Anabella sintió un escalofrío recorrer su espalda y sin dejar de mirar a la mujer, afirmó: "Sin duda, una mujer peligrosa. Me alegra tenerla de nuestro lado, pero también me da miedo."

"No tengas miedo, bella Anabella", dijo Sparrow. "La tripulación te protegerá. Somos una familia, unida por la ambición y la aventura. Y juntos, encontraremos el tesoro legendario."

Anabella sonrió sintiendo una mezcla de emoción y temor: "Espero que tengas razón, Jack."

Mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojizos, un silencio expectante se apoderó de la tripulación del Ave Fénix. La brisa marina, antes suave y refrescante, ahora soplaba con fuerza, levantando olas cada vez más altas que golpeaban con furia contra el casco del barco. Anabella, de pie en la proa, observaba con preocupación el cambio drástico del clima. Unas nubes oscuras y amenazantes se acumulaban en el horizonte, como un presagio de la tormenta que se avecinaba.

En lo alto del palo mayor, el vigía, un hombre curtido por años en el mar y con una vista de águila, escrudiñaba el cielo con atención. De pronto, su voz resonó con fuerza por toda la cubierta:

"¡Se nos viene encima una tormenta!"

Un murmullo de preocupación recorrió a la tripulación. Los hombres, que antes bromeaban y charlaban animadamente, ahora se movían con rapidez y precisión, asegurando las velas, recogiendo las jarcias y preparando el barco para la furia del mar. Jack Sparrow, con su habitual calma y una sonrisa pícara en el rostro, dirigió la maniobra con la experiencia de un lobo de marino.

Anabella, sintiendo una mezcla de miedo y adrenalina en su interior, apretó con fuerza la brújula maldita en su mano. Sabía que la tormenta no solo era un peligro para el barco, sino también una prueba para la tripulación. Necesitaban trabajar juntos, con confianza y determinación, si querían superar este nuevo obstáculo en su camino hacia el tesoro legendario.

Las olas, ahora gigantescas y furiosas, azotaban el barco con fuerza, amenazando con volcarlo en cualquier momento. El viento aullaba como un lobo hambriento, rasgando las velas y empapando a la tripulación con agua salada. Los truenos retumbaban en el cielo como cañonazos, iluminando la oscuridad con flashes de luz cegadora. Relámpagos zigzagueantes bailaban entre las nubes, creando un espectáculo aterrador pero fascinante a la vez.

A pesar del caos que reinaba a su alrededor, Anabella se mantuvo firme en la proa, aferrándose a la barandilla con fuerza. Observaba a su tripulación, cómo trabajaban sin descanso, sin una palabra de queja, con la determinación grabada en sus rostros. En ese momento, supo que estaba en buenas manos. Estos hombres, a pesar de sus defectos y su pasado turbulento, eran leales, valientes y capaces. Juntos, podrían superar cualquier desafío que se les presentara.

Con un rugido atronador, una ola gigante se elevó por encima del barco, amenazando con engullirlo por completo. La tripulación gritó con terror mientras el barco se inclinaba peligrosamente. Pero en ese momento decisivo, Jack Sparrow tomó el timón con una mano firme y guio al Ave Fénix con maestría, esquivando la ola justo a tiempo.

El barco salió tambaleándose de la furia de la ola, empapado de agua salada pero intacto. La tripulación estalló en vítores y aplausos, celebrando su victoria momentánea sobre la tormenta. Anabella, con una sonrisa de alivio en el rostro, se dirigió a Jack Sparrow.

"Gracias, Jack", dijo con voz firme. "Has salvado el barco."

Jack Sparrow le guiñó un ojo con picardía.

"De nada, bella Anabella. Solo cumplía con mi deber", respondió con su habitual tono despreocupado. "Y, además, me encanta un buen drama."

Anabella no pudo evitar reírse ante la arrogancia de Jack. Sabía que, a pesar de su actitud despreocupada, Jack era un hombre capaz y leal. En ese momento, una ráfaga de viento aún más fuerte golpeó el barco, inclinándolo de nuevo peligrosamente. Anabella se agarró con fuerza a la barandilla, recordándose a sí misma que la tormenta aún no había terminado. La aventura solo acababa de comenzar.

Continuará...

© Roberto R. Díaz Blanco