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Iaku, El Hijo de la Selva (I)
Capitulo 1: El despertar del Guerrero Sabio

En el seno de la selva amazónica, donde el verde se confunde con el cielo y el canto de las aves se mezcla con el murmullo del río, vivía un anciano chamán llamado Wirakoa. Su piel curtida por el sol y sus ojos profundos reflejaban la sabiduría de la selva, la cual había aprendido a escuchar desde niño.

Wirakoa creía que en cada hombre habitaban todos los hombres, un eco de las experiencias y las historias de sus ancestros. Afirmaba que, para comprenderse a sí mismo, uno debía adentrarse en la memoria colectiva, en ese río infinito que fluía a través de las generaciones.

Un día, un joven guerrero llamado Iaku llegó a la aldea de Wirakoa buscando su consejo. Iaku estaba atormentado por la violencia que había presenciado y cometido en la guerra. Se sentía perdido, sin rumbo ni propósito.

Wirakoa, con su paso lento y seguro, guió a Iaku por un sendero sinuoso que se adentraba en las profundidades de la selva. El aire se tornaba más fresco, impregnado de la fragancia de la tierra húmeda y las hojas mojadas por la lluvia. A medida que ascendían, la vegetación se volvía más densa, formando un dosel verde que filtraba la luz del sol, creando una atmósfera de quietud y misterio.

Finalmente, llegaron a la cima de la montaña sagrada. Desde allí, la vista era impresionante. Un mar verde infinito se extendía hasta donde alcanzaba la vista, salpicado de ríos serpenteantes y cascadas cristalinas. En el horizonte, se podían divisar las cimas nevadas de las cordilleras más altas.

La luna llena, iluminaba el paisaje con una luz suave y plateada, creando una atmósfera mágica. Iaku se sintió invadido por una sensación de paz y tranquilidad que jamás había experimentado antes.

Wirakoa se sentó en una roca cubierta de musgo y comenzó a hablar. Su voz era profunda y resonante, como un canto antiguo. Le contó a Iaku la historia de sus ancestros, de hombres y mujeres que habían vivido en armonía con la naturaleza durante miles de años.

Le habló de los espíritus que habitaban en cada árbol, en cada planta y en cada animal. Le explicó que el equilibrio de la vida era sagrado y que cada ser vivo tenía un papel importante que cumplir.

También le habló de la fuerza que reside en el corazón de cada hombre. Le dijo que esa fuerza era capaz de superar cualquier obstáculo y que era la fuente de la sabiduría y la compasión.

Iaku escuchaba con atención cada palabra de Wirakoa. Sentía que las historias del anciano resonaban en su propio interior, como si fueran parte de su propia memoria. Poco a poco, nuevas ideas comenzaron a brotar dentro de él.

Comprendió que la violencia que había vivido no definía su esencia, que en su interior albergaba la sabiduría y la bondad de sus ancestros. También comprendió que su lugar en el mundo era proteger a los más débiles y preservar la armonía de la selva.

Al terminar su relato, Wirakoa se puso de pie y miró a Iaku a los ojos. "Ahora ya sabes quién eres", dijo con una sonrisa. "Eres parte de algo mucho más grande que tú mismo. Eres un hijo de la selva, y tu destino está entrelazado con el destino de todos los seres vivos."

Al descender de la montaña sagrada, Iaku ya no era el mismo hombre que había subido. La sabiduría ancestral compartida por Wirakoa había transformado su alma, iluminando un camino que antes permanecía oculto en las sombras. En su interior, una nueva fuerza vibraba, una fuerza nacida de la comprensión y la conexión con sus raíces.

Ya no se sentía perdido ni atormentado. La violencia que había presenciado y cometido ya no definía su esencia. Ahora, era un hombre renacido, consciente de su lugar en el mundo y del legado que debía honrar.

Con cada paso que daba, Iaku sentía la selva palpitar a su alrededor. Los árboles, las plantas y los animales ya no eran simples elementos del paisaje, sino hermanos y hermanas en un viaje compartido. Su corazón se llenaba de un profundo respeto por la vida y una determinación inquebrantable de protegerla.

Sabía que su fuerza ya no sería utilizada para destruir, sino para construir un futuro más armonioso para todos los seres vivos.

La historia de Iaku es un reflejo de la idea de que en cada hombre están todos los hombres. En nuestro interior reside la memoria colectiva, el eco de las experiencias y las historias de nuestros ancestros. Al conectar con esta sabiduría, podemos comprendernos mejor a nosotros mismos y encontrar nuestro lugar en el mundo.

Continuará...

© Roberto R. Díaz Blanco