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Maravilloso caos

A las 10:00 p.m. después de cenar, me dirijo a mi cuarto donde me espera el completo rompecabezas de mi ser; está lleno de partes de mí por doquier, como si fueran miembros también. Hace rato escucho en susurros un lejano "ven" que he estado ignorando desde hace dos horas, cuando terminé de comer y me senté en el frío balcón. Mi cuerpo insiste en acudir al llamado, mientras la sala, la cocina y hasta las paredes me detienen con exigentes demandas. Y escucho aquel nuevo canto de sirenas que proviene del final del pasillo, donde está mi habitación con su dulce invitación... No resisto más; la seducción de la luz tenue bajo la puerta me domina, y dejo todo sin más y atravieso las puertas de mi propio lugar, dentro de mi hogar.

Me recibe Clotilde tras la puerta blanca impoluta que, como de costumbre y con aspecto espectral, cree que ha de asustarme con sus ojos vacíos y su vestido blanco rasgado, que no sé si tapan sus pies o es que no los tiene en realidad... La ignoro, pues hoy no anda de buen humor, y bajo el tono de la luz porque me resulta demasiado brillante. —Ah, cierto, debo cambiar esa bombilla—. Me siento en la cama y echo un vistazo a mi entorno; las fotos en la pared me hacen sentir feliz, no me dejan olvidar los mejores momentos con mi familia y amigos de ayer y me llenan de nostalgia que me inspira a escribir. Es cuando instintivamente vuelvo la mirada a la mesita de noche donde guardo mi libreta de notas rápidas, pero me doy cuenta de que hay polvo sobre ella, así que pienso que guardarla dentro del clóset es más apropiado. Y me asalta la pregunta: ¿En el clóset donde vive el duende Jonás? ¿Para que lea todos mis secretos y comience a reír cuando mis sueños estén en su esplendor? —¡No!, mejor bajo la cama, donde Lapizuña también lo encontrará, pero no los leerá; no le gusta leer, solo dibujar.

Después de despojarme de mis atavíos y lanzarlos sin piedad en la esquina de la cabecera, donde nadie los recogerá, me abraza mi cobija favorita de girasoles, que tiene ganas de visitar la lavadora ya.

"Vamos, es hora de descansar", me dice bajito la almohada flaca que le robé a mi hermana y que todavía no para de buscar. "Apaga la luz", me pide Clotilde, que se esconde en la sombra bajo la mesa de la computadora, el único lugar que no alumbra la lámpara rosada que envidia a las LED del espejo y que en su reflejo parecen más... El silencio embarga y siento paz, hasta que el ventilador empieza a cantar; parece que está siempre alegre e invita a bailar a hojas sueltas, las cortinas y hasta el llavero de las llaves que cuelga de la puerta. Con los ojos cerrados, los ignoro a todos, pero sé que están allí, acompañándome otra noche. Están, estoy; el rompecabezas está completo, somos uno en realidad... Mi cuarto, mi vida; mi cuarto, mi caos; mi cuarto, mi espejo en realidad.


© F4our