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Vecinos
En la vecindad de los miembros, donde cada parte del cuerpo tiene su morada, viven dos vecinos muy particulares: el brazo derecho y el brazo izquierdo. El brazo derecho es la envidia de la vecindad, conocido por su precisión y habilidad, siempre listo y capaz, el maestro de las tareas y los quehaceres diarios.

El brazo izquierdo, aunque igual en forma, se siente un poco torpe en comparación. Observa con anhelo cómo su vecino realiza cada acción con una gracia que él no puede replicar, no importa cuánto lo intente. A veces, en la quietud de la noche, el brazo izquierdo suspira, deseando ser tan diestro como el brazo derecho.

Pero lo que a menudo olvida el brazo izquierdo es que su vecino, por muy perfecto que sea, también tiene sus momentos de necesidad. Hay veces que el brazo derecho, por más que lo intente, no puede alcanzar su pleno potencial sin la ayuda de su leal vecino izquierdo.

Y es en esos momentos, cuando se unen para trabajar en armonía, que realizan actos verdaderamente increíbles. Juntos, levantan pesos que ninguno podría solo, crean melodías en un piano que serían imposibles para un solo brazo, y brindan aplausos que resuenan con el doble de gratitud.

Así, el brazo izquierdo aprende que no se trata de imitar o envidiar, sino de complementar. Y el brazo derecho reconoce que la perfección no es un acto solitario, sino un baile en pareja. Unidos, los dos vecinos no solo son iguales, sino extraordinarios en su colaboración.

© F4our