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<<PARÁLISIS>>

He sido víctima repetidas veces de estos episodios tan terroríficos. Seguro muchos de ustedes también, y sabrán que la sensación que te inunda es desesperante; el no ser capaz de mover ningún músculo o proferir algún grito de socorro te sumerge en el más indeseable y odioso pavor. Un miedo profundo se te clava en las entrañas, mucho peor cuando el subconsciente convierte en conscientes esas horribles vivencias visuales salidas de tus más macabras pesadillas; como aquella vez en la que, cuando sufrí uno de esos molestos episodios de parálisis del sueño, pude ver a las niñas gemelas de una película de terror que alguna vez vi en la televisión, que, paradas en un rincón de mi habitación espetaban repetidamente con voz frenética la palabra “Redrum” (leído al revés Murder: Asesinato en inglés) mientras mi cuarto se inundaba en una espesa laguna de sangre; al no poder moverme, tendido en la cama, temí quedar ahogado en ese charco sanguinolento de olor metálico mientras las niñas me miraban con estática frialdad, cuyas voces se iban convirtiendo poco a poco en gruñidos bestiales difícilmente comparables a los de alguna criatura del reino animal. Por un corto momento pude romper ese perturbador estado de somnolencia y pude gemir a garganta cerrada pero todavía paralizado, gracias a lo cual pude salvar mi onírico pellejo de quedar sumergido en esas imaginarias aguas rojas, pues, gracias a ello, Diego, mi hermano mayor, pudo oírme desde su cuarto que está al lado del mío y corrió asustado a ver qué me estaba pasando. “¡Pirulín (Mi apodo), me asustaste! Tuviste una pesadilla”, me dijo abrazándome mientras yo recobraba el habla y el control de mi cuerpo empapado en un sudor frío.

Pero, bueno. No es algo que, probablemente, sea nuevo para ustedes. Muy de seguro a más de uno “se le subió el muerto” alguna vez en la vida. Sin embargo, la última vez que sufrí uno de esos estados el miedo no vino por alguna morbosa o crapulosa imagen salida de mi imaginación.

No, no. Esta vez no era imaginario lo que estuve presenciando el tiempo que duró el episodio. Fue real, tan real como tus ojos recorriendo estos párrafos. Y no era precisamente el cuadro visceral de alguna criatura fantástica salida de la mente de Clive Barker que me acechaba para convertirme es su botana de media noche, o los famosos espíritus chocarreros que vagan en pena en nuestro mundo material siendo sólo visibles a los ojos de aquellos agudamente hipersensitivos. Nada de eso.

Aunque te suene confuso, lo que me dejó aturdido y embebido en ese miedo profundo fue ver a gente normal alrededor de mí. Así es, gente común y corriente; no suena muy escalofriante lo sé. Pero esas personas no era gente cualquiera, era gente cuya familiaridad me era mucho muy cercana. Eran mis familiares, precisamente.

No hubiera temido si en ese momento me hubiera encontrado sobre mi cama, pero el lugar del hecho no era mi cuarto, como lo acostumbraba ser en anteriores ocasiones. Era un salón más grande y sobrio, pero lóbregamente emperifollado, con sillas ordenadas en filas, como si se estuviera a punto de dar una conferencia y flores… muchos y pomposos arreglos florales. Encima de una tarima de un peldaño una caja oblonga reposaba sobre dos pedestales bajo un enorme crucifijo de neón con luces moradas. Era un salón velatorio. Al lado de la caja alargada una foto… mi foto. Había despertado sobre mi ataúd y aquella sensación de parálisis no era otra cosa que el rigor mortis que se había hecho con mi cuerpo. Era mi velatorio.

**La Pluma Oscura de Luis**

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© J.Lu Anthanatos