...

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En cada espacio de tu cuerpo
Una fresca brisa no alcanza
para apaciguar ese fuego interno
que devora todo a su paso sin tardanza
en aquellos minutos que se convierten eternos.

Tu silueta, en discretas sombras no imagina
lo que la perversión en mí predomina...
si hasta tu agitada respiración provoca
que en lujuriosa y pecadora se vuelva mi ardiente boca.

Templo carnal del deseo y la perfección,
que en cada roce de esa exquisita piel
seas el imán de esa incontrolable atracción
que convierte a este mortal en oso... para devorar lo exquisito de tu miel.

No existe lugar en la divinidad de tu ser
que me sea irresistible en tiempo ni espacio
desde la completa oscuridad hasta el luminoso amanecer
bebiendo de tu elixir a plena conciencia y muy despacio.

Las diosas del olimpo han de estar desfalleciendo en la penumbra
evitando hablar de aquella musa y su belleza
como cual destello de ese faro que en las noches alumbra
invitando a aquellas pieles a entrelazarse por un segundo y a olvidarse de sus tristezas.


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