Depresión.
En la penumbra de un cuarto gris
las sombras se sientan conmigo,
son viejas conocidas
que no me sueltan,
susurros marchitos,
susurros de un pasado
que nunca fue brillante.
la botella es mi amante,
su frío abrazo
me arropa mejor que cualquier sueño,
y cada trago es un intento
de olvidar
el eco sordo de mi mente
que martilla,
que grita
en esta soledad compartida.
las luces del neón afuera
parpadean
como esperanzas fugaces,
pero yo estoy aquí,
encadenado al suelo,
pesando más que el mundo,
la risa ajena
se siente como una broma cruel
en un chiste que nunca entendí.
mientras tanto, las horas
se deshacen como el humo,
y el tiempo no tiene piedad,
solo un sordo testigo
de mis días perdidos,
perdiéndome en cada respiro,
en cada latido
que se siente como un fardo.
y así, sigo,
navegando este océano gris,
esperando que algún día
las olas me devuelvan
a la orilla del sol,
a un lugar donde el dolor
no sea mi única compañía.
© K. Álvarez Oficial
las sombras se sientan conmigo,
son viejas conocidas
que no me sueltan,
susurros marchitos,
susurros de un pasado
que nunca fue brillante.
la botella es mi amante,
su frío abrazo
me arropa mejor que cualquier sueño,
y cada trago es un intento
de olvidar
el eco sordo de mi mente
que martilla,
que grita
en esta soledad compartida.
las luces del neón afuera
parpadean
como esperanzas fugaces,
pero yo estoy aquí,
encadenado al suelo,
pesando más que el mundo,
la risa ajena
se siente como una broma cruel
en un chiste que nunca entendí.
mientras tanto, las horas
se deshacen como el humo,
y el tiempo no tiene piedad,
solo un sordo testigo
de mis días perdidos,
perdiéndome en cada respiro,
en cada latido
que se siente como un fardo.
y así, sigo,
navegando este océano gris,
esperando que algún día
las olas me devuelvan
a la orilla del sol,
a un lugar donde el dolor
no sea mi única compañía.
© K. Álvarez Oficial