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*ALDO y las PASTILLAS MILAGROSAS*
       *ALDO y las PASTILLAS MILAGROSAS*

Por: *Esperanza Renjifo*


Aldo caminó con prisa recorriendo toda la planicie con un tremendo zumbido en los oídos ¿O es que eso era uno de los audífonos que llevaba colgando de su oreja izquierda?. ...¡Pero no era para menos! La gran congestión de ideas y sonidos en su cabeza; sumados con la cantidad de copas que vacío en su boca durante dos días y medio ya empezaban a llenar su cabeza de alegres grillos.



      Aldo acababa de salir de casa de uno de sus amigos de promoción. Casi 12 años que habían dejado de verse. Y desde ese tiempo, también volvieron a él los anhelos de un amor jamás correspondido, que no había podido olvidar. ¡Claro si la chica en cuestión le hizo pasar el oso más grande de la historia!...



      La noche se acerca trágica y pérfida, ...con su negro manto cubre las paredes, las calles desiertas, la estatua, la fuente; la plaza serena, se silencia inerte. Y los árboles del parque lo reciben enhiestos meciendo sus alegres ramas.



      —¡Toma whisky! ...¡bebe! que el frío se cierne áspero y grosero enfriando mi corazón, ...mira que no he bebido más, ...¡he bebido lo mismo desde hace rato!  —Vociferaba Aldo solo y sin razón. Extendiendo su vaso al vacío. 



     —¡Tu boca es un manantial! ...Una fuente de fantasías. ¿Tienes sed mi bella dama?. —Brindaba, Aldo, con los brazos elevados hacia los rayos que se esconden del sol. En poniente el astro fulgura desoladamente y motea el verdor de las hojas verdes de un carmín intenso que estalla y se pierde zigzagueante mientras caminaba rumbo hacia alguna parte. 



      —¿¡'Gueno'!? si nadie quiere brindar conmigo orinaré a la luz de las sombras, para ayudar al cielo que se tiña de gris aguacero. ¡Hip! ¿Será que las estrellas huyen y se sumergen en la bruma?, ...Nahh, ¡Oh rayos! ...¿se me murió el pajarito? o será que está analizando un mensaje oscuro. ¡Hip!  —Con mano pesada, Aldo, coge la botella, la mira, la toca, la huele, la aferra, la empina y con ansias la acerca a su boca, se bebe en dos tragos su hiel y su bronca. Y guarda en su casaca el vaso vacío, a tientas con su otra mano,  para con ésa proceder a abrir la bragueta de su pantalón mientras que se apoya con su hombro izquierdo al muro que tiene al frente  —¡Carajo! ¡No se lleven la pared! ...¡Dejénme mear tranquilo!. 



      —¡Menudo animal desvergonzado! ...¡Qué horror!,  ...¡Qué bestia! —Reacciona una mujer que venía transitando por la calle en la que Aldo viene orinando.



      —Siga nomas señito, que yo lo tengo bien quietecito; he agarrado del pescuezo al pajarito, además es bien mancito.  —Comenta Aldo cogiéndose como puede de la pared para no caer mientras continúa orinando contra el muro de aquella calle.



     Algunos minutos después, Aldo, va alcanzando la calle principal que lo conduce a la zona comercial de la avenida, pero el dolor de cabeza lo tiene atontado. Trata de analizar y observarlo todo, como siempre lo acostumbra, pero vaga impaciente prosaico y absurdo por toda la calle con la cabeza martillándole fuertemente... Hasta que un mareo intenso y náuseas lo obligan a sentarse en la berma de la calle por unos instantes. Al sentarse, siente que su corazón había estado latiendo rápidamente y lo invade recién el sopor de un dulce sueño que lo tienta a apagarse en el acto.  



      —¡Carajo! Siempre he querido darle un... ¿Qué mierdas he 'queirdo'?  — Aldo delira, suspira, blasfema, protesta; el alcohol le aporta la filosofía de toda la vida, de todos los días. 



      —¡No sé quéee fue lo que me pasó! Ya perdí la cuenta de todos estos años y ella jamás me hizo caso, sé que se quedó con un triste huevón.  —Las lágrimas corren por su cara como la bruma, las manos se le crispan, ásperas, huesudas; aunque con algunos bocados de Wisky evade del frío y entre copa y copa, se queda dormido. Intuyendo agorero que alguna mañana, aquella en que el Sol queme con más ganas, sus huesos cansados hallarán olvido sobre el duro banco, desnudo y sombrío.



     —¡Mierda! Aldo, tenemos alcohol en todo el cuerpo. Me acompaña la tristeza Y harapiento visto un terno ajado y polvoriento. Ebrio estoy, más soy decente ¡Tengo herido el corazón!... Me olvidaron de repente. Me dejaron sin razón.  ¡Hoy borracho quiero estar! para tratar de saborear y sentir este elixir tan profundamente como mis sentidos me lo permitan; tratando de acariciar con mis recuerdos aquella piel armoniosa que me cantaba con su dulce voz... ¡Tengo alcohol en mi cabeza! Denme otro trago por amor a Dios... Tráiganme una copa más. ¡No!  ...mejor que sean dos. O mejor traigan las botellas enteras porque con una me dará más sed.  —Proclamaba a los cuatro vientos Aldo, cogiendose como pouede de un vehículo; tratándose de incorporar como podía del suelo cogiéndose de la puerta del mismo. Siendo observado por un policía que se acercaba hacia él a zancadas.



     El policía local al observar que Aldo se cogía de la puerta y fallaba en sostenerse quiso ponerle una infracción para evitar que éste condujera el vehículo en esas condiciones, pues era más que seguro que terminara empotrándose en cualquier lugar, en el mejor de los casos o atropellando a cualquier cristiano.



      —¡Ya decía yo que la ley divina no ha tardado ni cinco minutos en apiadarse de un pobre hombre como yo! ...Dios te recompensará si hicieras un pequeño gesto para con los infortunados como yo...  —Comentaba Aldo atropellandose con las palabras, e intentando tratar  de articular algo correctamente.



      —¿Es que no le da vergüenza conducirse así en ese estado? —El policía incólume seguía al pie suyo llenando una papeleta de infracción, con el gesto ceñudo, su espalda erguida y su mirada arrogante fija en el tablero donde tenía el talón de papeletas.



      —Sabe que mi capi, la verdad es que sí me pasé un poquitín, pero ¿que mierdas?, al final de cuentas a ud que carajos le interesa mi horrible vida. Ya parezco la Cocacola; primero normal, después light y ahora zero y a juzgar por esa cara agria tu estas en lo mismo mi capi...  —Pero el policía lo ignoró y empezó a colocarle una segunda infracción 



     A los minutos, el policía, mirándolo fríamente empezó a colocarle una tercera infracción, alegando que a su vehículo le hacían falta unas calcomanías del SOAT. Entonces Aldo elevó la voz y empezó a discutir con el policía aduciendo que éste había ingresado a la policía de modo fraudulento porque no tenía ni un ápice de criterio para colocar una infracción. Fue entonces que el policía acabó de llenar las anteriores infracciones y las colocó debajo del limpia parabrisas y empezó a levantar una tercera infracción más. Sin embargo Aldo encabritado empezó a lanzar una sarta de improperios; tildando al policía hasta de hijo de .... Pero el policía a cada improperio respondía con una infracción. Y en cada infracción que llenaba se reflejaba en su rostro la satisfacción de la venganza. Hasta que Aldo pudo pararse sin mucha dificultad bien sobre sus dos pies.



      —Bueno mi capi, ahí lo dejo con sus infracciones. Pobre del infeliz que venga por su auto y lo encuentre lleno de infracciones. Lo que es yo me voy por la sombrita que tengo urgencia de ir a la farmacia, ahí nos vidrios, mi capi. Decía Aldo elevando una mano a modo de despedida, dejando al policía con los ojos bien abiertos y una mirada inexpresiva y asombrada, mientras cruzaba la calle zigzagueante. 



     Mirando hacia ambos lados, Aldo  pudo percatarse que una parejita se ocultaba entre las sombras para esconder sus intenciones de meterse mano. Se sobreparo tambaleándose y empezó a vociferar



     —¡Jei! ¡Jei! te has estado equivocado todo este tiempo, apuntale bien, ¡El punto G de la mujer no se encuentra en ningún hoyo, ni protuberanciaaaa!. ¡Ése se encuentra en el oído!... las letras, el cerebro, ...la mente, ...los ojos, ...en la nariz; descubriendo eso tienes acceso a todo su ser, su carne, a toda ella; es cuestión de mercadotecnia del alma.. ¡Hip!. —Gritaba en medio de la acera Aldo —Sabrás que lo has encontrado porque con una simple caricia podrás 'desplomarla' por completo; desnudarla. Y es que con un  beso bien dado, en el punto correcto, se le quemará y erizará la piel; te buscará la boca para comértela con ansias; porque con la más mínima estimulación que le des se pondrá como si estuviera en celo, le entrarán de pronto unos instintos muy bajos, y sucios a causa de haberle atinado el punto exacto: Ése que tiene en el oído y en los ojos, tú no supiste lo delicioso que pudo ser verla ahí tan expuesta con una mano abriendo y palpando su umbral diciéndote -Aldo estoy abierta para ti-. Pero no tuviste que cagarla diciendo que tenías que dar un examen o que te tenías que ir temprano a casa a realizar tal o cual proyecto...



.....



     Jacinto caminaba rumbo a su cita con su novia como de costumbre, pero con la diferencia que pretendía en esta ocasión pasar a la segunda base, pues ya la había cortejado por casi dos meses y medio y ganas no le faltaban para complacer un apetito desmedido que lo tenía al borde de los nervios, y hasta el mismo colapso. Ya eran casi tres semestres en el que no sólo había intentado ligar con cuanta jovencita se le cruzaba en el cualquier discoteca. Sino también con cuanta chica encontraba en su aula de clases.



      Los cortejos iniciaban con la mejor de las intenciones y buen manejo de las herramientas verbales y tics usados como faceta de todo un galancete de mundo, pero al momento de proceder a intimar con la chica en algún hotel de paso o en donde se le pudiera facilitar los encuentros; parecía que no sólo la belleza viajaba por la habitación sino también la potencia y el vigor; y ya había comprobado que no era porque la chica fuera poco agraciada, pues últimamente trataba de ligar a las mejores a las que podía acceder. Claro que al darse cuenta que Jacinto Junior no respondía fingía haberlas hecho pasar por la prueba de fuego y hábilmente salía de semejante situación aludiendo que no le gustaba la facilidad con la que la chica en cuestión aceptaba la propuesta. 



     Pretendiendo seducir mejor y con más estilo y elocuencia no había llegado muy lejos.  Hasta que un día, mirando una revista de divulgación masiva, lee un artículo que le quita el sueño , en el consultorio del dentista. <>. 



     A este tonto soñador no le quedó más que probar suerte y aventurarse. Porque pasar por gay ni soñarlo, Jacinto debía probar al mundo y así mismo que él no era gay, él no se sentía tal cual, a él le gustaban y atraían las mujeres. Jacinto debía ser heterosexual. Casi estaba seguro de ello; y más porque alguna que otra involucrada sexi, cuando metía su mano o dedos en donde no debería... Pues las cosas se ponían confusas  —y frustrantes— sobre todo cuando los dedos o la mano dejan de ser suficiente



     —No entiendo bien qué es lo que me pasa últimamente pero siento que estas pastillitas son milagrosas. Sólo será cosa de ir por ellas y luego ir a ver a esa alegre 'pelilila' que tiene una vista fantástica de su cintura y un delicioso derrier.  —Pensaba entusiasta camino a la farmacia.



     Al interior de la farmacia Aldo, tambaleante, trataba de mantenerse en pie y pedía al dependiente que le vendieran algunas aspirinas para la tremenda 'cruda' que presentaba. Con una mano trataba de atinarle al bolsillo de su pantalón para  sacar su billetera; y pagar sus pastillas. 



     Segundos después Jacinto detrás de Aldo se adelantó y extendió un billete para comprar un frasquito de píldoras azules para reavivar la potencia sexual con un poco de pena, porque la dependiente de la farmacia lo miró con sorpresa. Acto seguido le entregó los comprimidos en un pomo ámbar de marca genérica como el que acababa de comprar Aldo. Pero éste tambaleándose, sin querer tiró ambos pomos al piso con su brazo al intentar sujetarse del mostrador. Y tratando de disculparse trató de coger a tiempo los dos pomos de comprimidos para congraciarse con el otro hombre al que le había tirado las pastillas. Pero en su obnubilación sólo observó que ambos pomos eran de color ámbar y mirando la parte superior de la tapa tenía un código que iniciaba en letra"A" seguido de unos números y el otro tenía una "P"seguido de otros números. Y se quedó pensando.



     Jacinto al observar esto pensó que "P" era de potencia sexual y "A" de aspirinas, y le cedió el pomo de letra "A" a Aldo y él cogió su pomo con letra "P" y se fue a toda prisa de la farmacia en busca de su conquista. En tanto Aldo pidió de favor un vaso de agua para tomarse sus aspirinas. Y tratar de ir ya quitándose ese horrible martilleo que sentía en su cabeza, además de algunas molestias de la trasnochada. 



     —Gracias señorita, es usted muy amable. —Comentaba Aldo agradeciendo a la mujer la amabilidad para obsequiarle un vaso con agua para que el pasara la pastilla.



     —Señor, le recomiendo que se tome dos pastillas para que le haga efecto bastante rápido y se deshaga de ese terrible malestar que lo aqueja. —Decía la mujer, mientras que Aldo extraía dos pastillas de viagra y se las echaba a la boca para de un solo trago tomarlas juntas. Con la ilusión de terminar con ese dolor de cabeza.



     Unos minutos después Aldo salía de la farmacia rumbo a su casa, pero conforme pasaban los minutos el tenía un deseo irrefrenable de encontrar a una bella mujer que se le pareciese a la que le nublaba la coherencia.



     Y brindemos por doncellas, ¡Soy 'beodo' enamorado!  Por su amor he de beber. A un abismo fui lanzado Ya no quiero ni comer;  ¡Denme pluma y servilleta! Un poema escribiré —gritaba mientras caminaba— ¡No se rían, soy poeta! ...¿Quién me dió ese puntapié? ...Tus ojos son dos estrellas Alumbrando más que el Sol, mientras los míos son como dos botellas que se pierden en alcohol... ¡Tus labios son dos panales, con sabor de chocolates; tus mejillas de rosales son más rojas que la sangre que en mi ebulle. Tu aroma me embriaga, ¡si es tu aroma!... ¡No estoy ebrio!...  ¡Y recojánme del suelo! que quiero ya ir hacia tu boca, a ese manantial lleno de fantasías ¿Tienes sed dama mía? ¡Toma whisky!



     Se despide un bebedor descompuesto, malherido y arrecho.  Te prometo con dolor visitarte un día de estos o  más seguido. Y no olvides por favor a este bruto ilusionado, a este humilde servidor que explota por ti. No estoy en buen estado algo me pasa, no solo tengo un martilleo en la cabeza sino que tengo ganas de tirarme a cualquier hembra. —Creo que al final de cuentas las aspirinas son muy buenas para olvidar un mal amor. Y borracho me despido, Brindis doy con este wisky.  ¡Damas cuiden a sus maridos, Y maridos...den amor porque sino avísenme que ganas tengo hoy de cualquier dama.

*Esperanza Renjifo*



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