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ELLA, UN GRAFFITI QUE HUYE
ELLA, UN GRAFITTI QUE HUYE

Escrito por Esperanza Renjifo

Hacia el fondo; ella y en torno a mi, mis amigos: piedras y árboles metálicos que rompen el paisaje con su brillo plateado frente a un monumento que se hace sueño en un habitad que se eleva con las manos heridas. Y una espalda que se quiebra, pagando quimeras.

Ella tiene la memoria de la ciudad entre las piernas, con melodías pícaras que resuenan desde su cabeza, reconociendo todos los espacios y rincones inciertos de las calles y jirones del puerto, donde el pavimento frío calza cada uno de sus pasos, de esquina a esquina en su deambular nocturno, junto a un redoble de su zapato izquierdo, haciendo un sonsonete al ritmo con las sorpresas de la vida.

Debo de reconocer que ella de un modo u otro, en medio de los bares que usa de oficina es capaz de reconocer el manejo de las conciencias de quienes rondan las despensas maléficas para obtener: droga, sexo, dinero trucho, sicarios, vírgenes remendadas, millonarios bamba, políticos sin oficio ni beneficio, religiosos de doble filo y negocios torcidos. Incluso sé que ella es acolita de todos los trucos y del más oscuro dencantamiento nocturnal, entre lunas intrépidas y luces dudosas, que, saciadas de alumbrar las sombras del mal, palidecen ante el resplandor plateado de su pequeño bolso de mano. Que lo hurtó de un ebrio iluso con bala perdida en el monte calvario. Sólo ella cuenta con la bendición de uno que otro uniformado sombrío para cuando el tiempo lo requiera para iluminar su día para cuando desea apartarse de la navaja fría de algún asesino que se esconde por las esquinas oscuras.

Ella es quien lleva encima registro de los A D N más buscados como ciegos cómplices, de una vida licenciosa que espanta a la misma muerte en medio de antenas y cables que se siembran en las aceras descalzas. Y es seguida por una pálida Luna avergonzada buscando refugiarla. A su izquierda, las ratas persiguen a los gatos y las hermandades van hasta donde la cobardía y la traición les permite resolviendo crucigramas abrazados a la ausencia que deja como enredaderas en las sábanas melancólicas que silban su propia melodía. Mientras a unas cuadras de allí, la noche entumece las manos de policías, patrullando las calles y buscando coimas y bisnes con la ilusión de anticipar esa ansiada jubilación y dejar esta vida de mierda.

Mientras tanto, ella salió del bar y fue caminando por donde se perdió la verdad y empieza la inmensidad de mano de la soledad. Entonces caminó recostando su hombro a la pared, buscando clientes con sus ojos abiertos de gacela astuta, pellizcando cada movimiento entre las sombras sospechosas, buscando un rostro más decente de entre la gente. En cada paso su tacón de goma va reconociendo los recovecos de las estrechas calles, en tanto la noche iba avanzando jugueteando con el humo de su cigarrillo hasta que la Luna la encontró con su cuerpo de bailarina intentando mimetizarse entre las calles desdibujadas que calan los huesos entre los labios del pecado.

¡Algo anda mal esta noche! —Pensó, pues los años de deambular le han dejado señales que le advierten el peligro— . Y, sintiendo que desde la ventana se colaban unos ojos que se posaban sobre su espalda apuntándola con un resplandor plata, recorriéndola hasta intentar alcanzar su garganta, le hicieron reaccionar en cuestión de segundos, entonces abrió su pequeño bolso y empuño su revólver. Y con la adrenalina recorriéndole las venas, explotando en libertad se puso en guardia. De pronto escucho un auto cuya placa no identificó. El motor rugió, e inmediatamente las luces encendidas dejaron ver su vestido cubierto de flores de colorido carnavalesco, e iluminaron su mano sujetando su bolso. Se acercó al conductor de la camioneta: —¿Qué hacemos mis amores? —Dijo con coquetería, irradiando coquetería con su mano izquierda empuñando su revolver desde dentro de su bolso.

—¿Cuánto la noche? mi reina.

—Depende a cuantos tengo que obsequiar besos y ordeñar pasión ¿Es para uno?

—No mi vida, para tres por tres, ¿Qué dices? —dijo el tipo con lascivia.

—Eso les vale seiscientos más el cuarto —Dijo mirando cada movimiento de los ocupantes.

—¡Súbase! agrego el del asiento de atrás. Sin dejar de observarla de pies a cabeza.

—En este negocio no hay quien no pida rebaja —pensó. Sacó su arma del bolso y la puso en la cabeza del chofer —se pierden— les dijo con alivio, sintiéndose protegida con el carro de la policía acercándose hacia la acera donde se encontraba ella. —Conocía el sonido del motor—. E inmediatamente la camioneta arrancó a toda velocidad y al minuto el sargento de siempre se paró frente a ella, sacudiéndose el traje con ademán despreocupado.

—¿Qué pasa, muñeca?

—Sargento, vienen por mí, ¿qué sabes tú?

—Hay un rumor que ronda por las calles, la nueva novia del "clown" no te quiere, está celosa por que te has convertida en la preferida del patrón. Cuidado.

—¡Mierda!

—El problema es que el patrón en eso no se mete, más cuando el amor es la guerra perdida entre el sexo y la belleza, así que ponte las pilas porque las dos no caben en este negocio, ¡es ella o tú! Y, sabes que no podemos hacer nada, solo te deseo suerte, tú sabes que te quiero y soy tu pataza, tu hermano, pero de esto... nada a nadie, ¿eh?.

—Gracias bombón. Tendré mucho cuidado y más.

El carro avanzó despacio y ella siguió con su hombro pegado a la pared y sus ojos bien abiertos. Llegar a la esquina se le hizo eterno, pero sus nervios nunca perdieron ese temple de acero. Levantó su cabeza adornada con un corbatín metálico de cinta con bolas plata, miro hacia la luna plateada y le dijo: "bueno compañera no me vas a fallar". No quiso retirarse, dejar la noche hoy, precisamente, seria perder. Estaba convencida que tenía que adelantarse a los hechos, por otro lado, de nada le servía defenderse contra los sicarios, ellos solo eran una herramienta. Además sabía que varios de ellos eran sus amigos, pero sabe que —negocios son negocios— así es que sin dar más vueltas a sus ideas comenzó el regreso hasta la otra esquina. Con determinación fue contando sus pasos. Desde el muro tenía toda la perspectiva y fue calculando refugio donde meterse en caso de un ataque. Sin darse cuenta su vida paso por su cerebro como una película, a una velocidad que contrastaba con sus pasos en cámara lenta, hasta que un ruido sordo de moto la sacó de su soliloquio sin hacer pregunta. El motociclista miraba al entorno, parecía no verla en medio del tu quisieras y la conveniencia.

El sicario la busco entre la opacidad de su propio miedo y ella se fijó contra la pared queriendo camuflajearse, pero justo allí había un mural de figuras plateadas de tamaño natural que la convirtió en el personaje principal. Mientras soy yo ese hombre que desde su ventana lo contempla todo en un acto de fe que huele a mentira en el más absoluto mutismo. Mientras el tiempo más lento del mundo iba de prisa, el muro se nutria de angustia durante unos segundos y de pronto me dije que este e graffiti no esconde a nadie. Parpadeé y en un segundo, en medio de la música de mi reproductor, ella se desvaneció con la música del ritmo cardíaco del motor. Él perdió el dinero de su trabajo y no logró diplomarse de sicario y ella se esfumó de la esquina para siempre. Y yo, seguí soñando al son de su cintura acostumbrándome al silencio que se vuelve a ocupar de mi.

Escrito por Esperanza Renjifo
31/03/2024
Lima- Perú
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