Me bajo de mi caballo
mirando, en silencio
por encima a los demás;
seguro y egoísta de lo que soy,
sin dejar aire a los que me osen hablar
sonriendo como un payaso por 3 segundos de gloria bendita
porque me puedan escuchar,
y sin postrarme a la voz de nadie.

¡Tanto teatro de valor y narcisismo!, y,
¡tantos cuentos de gloria!,
¿de qué sirven?;

me miran sus ojos juiciosos,
sin hablar un sólo susurro
escucho el murmullo...
¡sé que son mi contra,
el enemigo!;
y yo,
un cobarde de mentiras engreído;
un malnacido deforme que no sabe hablar
un inocente desarraigado e ignorantedel que todos se ríen,
el circo.

¡Los veo!, hablan y actúan
se mueven,
el mayor terror, seres,
seres que clavan púas de metal corrosivo en mi corazón,
seres que forjan mi camino indeciso antes sus miradas juiciosas fuera de toda ética,
seres que pudren el mundo y mi teatro,
seres que no me sirven y que odio cada día más.

Fascistas que creen ser razón,
dogmas de causa y acción
prisioneros de la circunstancia,
y el miedo que les tengo,
el temor;

tan distintos e iguales
animales de hormiguero republicano,
hijos del dinero y la violencia neolítica;
instrumentos de tortura con vida, historia y familia.

© León de León