...

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Gaviotas sobre el agua
La vista desde acá arriba es espectacular.
El cielo fulgura antagónico a la tempestad que enfrentamos el día del accidente.
Muna y yo fuimos tan imprudentes; nuestro paseo a la playa no resultó como lo planeamos, pero ahora que tenemos una nueva oportunidad nos moviliza otra misión: reencontrarnos con nuestras familias.

Llegamos al lugar y empezamos a llamar la atención deseando que este comportamiento avise a las autoridades. No demora en suceder, ya que las unidades de rescate llevan días buscando en la zona. Cuando por fin arriban, nos miramos satisfechas.
La gente se reúne a lo lejos, nuestras madres aguardan con impaciencia, y los rescatistas arrastran nuestros cadáveres fuera del agua.

Mientras a nosotras nos sacan ahogadas del mar, ellas se hunden en vida. La escena es desgarradora y la entereza con la que mi madre contiene su propio dolor para sostener a la mamá de Muna me conmueve, porque de ellas heredamos nuestra amistad.
Y llegó la hora, le decimos adiós a la juventud interrumpida, a los sueños mutilados, le digo adiós a mi madre observándola y
bajando a su lado en la arena. Ella me devuelve la mirada y la comprensión trazada en su semblante derrotado me confiesa que sabe que soy yo. Las madres siempre saben.

Chau, mamá...

La despedida aliviana nuestro vuelo. Mayor que el misterio sobre cómo continuará este viaje es la gratitud de poder hacerlo juntas. ¿Qué nos deparará el mañana? Habrá que aventurarse a averiguarlo, así que nos entregamos a este nuevo destino, blandimos nuestras alas y nos alejamos, siendo ahora gaviotas sobre el agua.


© Dafne A.L